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Hace poco publicamos la noticia del burro que fue subido a un paracaídas.
Esto me hizo recordar hace poco la anécdota de un niño que solía "jugar" con sus hamsters, tirándolos desde la azotea con paracaídas que él mismo hacía con las bolsas de plástico del supermercado.
Obviamente, ninguno sobrevivía a esta barbarie; sin embargo, no culpo al niño sino a los padres.
Los padres son quienes inculcan el amor y el respeto por todas las formas de vida, incluyendo la animal. Desafortunadamente muchos padres compran mascotas a sus hijos, no para enseñarles estos valores, sino como si de un juguete se tratara.
El resultado es que estos niños tratan a su mascota como si fuera un juguete, y los padres los dejan. Así es como surgen los cementerios de tortugas, hámsters, canarios, etc. Los animales más pequeños suelen ser las víctimas en esta situación.
Los animales de menor tamaño son fáciles de adquirir, consumen pocos recursos y su precio es muy bajo. Esto hace que muchos los vean como accesorios decorativos y no como seres vivos, después de todo si el animal muere se puede conseguir otro.
Este es un llamado a los padres de familia:
"Por favor si compras una mascota pequeñita, no importa su tamaño, sigue siendo un ser vivo que merece cuidado, amor y respeto".
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